Investigación sobre la visión teológica de los demonios
Los demonios según la Teología Parte II
Escrito por Pilar Guiroy
La idea de seres intermediarios entre lo divino y el hombre, cambió definitivamente con la definición de Dios y su relación con la naturaleza en la filosofía tomista del ser. Al rechazar la “divinidad” de la naturaleza, Tomás redefine el limite entre lo “natural” y lo “sobrenatural”, sin ubicarlo entre lo corpóreo y lo incorpóreo, sino entre la naturaleza creada y el Creador. De esta manera, la naturaleza creada, habiendo sido originada por un Dios que concede libremente la realidad existencial, aunque no la capacidad divina de auto-existencia, se asegura filosóficamente en la realidad de su ser y de su completa accesibilidad a la razón humana y a la investigación experimental.
En el pensamiento del Renacimiento cristiano es claro que lo divino no se encuentra en nada menor a Dios, cuya esencia es única, pero el renovado Neoplatonismo de Cornelio Agripa, Marselio Ficino, y Giordano Bruno, trae consigo a los antiguos dioses y demonios localizados en las estrellas, planetas, y elementos y la teurgía asociada con ellos en la tradición hermética.
Haciendo uso de la teoría emanacionista del origen del ser y la idea pitagórica de que el alma del hombre quiere llegar a lo divino, ellos intentan continuar las ideas antiguas sobre dioses y demonios de la naturaleza que son manipulados por el hombre.
En el siglo XVII la demonología se convierte para algunos en una línea errónea de defensa del cristianismo, basada en la igualdad de lo incorpóreo con lo sobrenatural. El poder y la realidad del demonio fueron defendidos en obras polémicas como Sadducismus triunphatus de Joseph Glanvill (1681), y La certeza del mundo de los espíritus, de Richard Baxter (1691), en las que se involucraba a la misma existencia de Dios. Por otro lado, para racionalistas como Descartes, la distinción tomista permanece clara, y los mismos demonios se convierten en sofisticadas figuras retóricas, como por ejemplo en la Meditación I de su Discurso del método, donde el primer paso en la duda sistemática es considerar que todas las percepciones son el trabajo esquivo de un demonio maligno. Este uso retórico es imitado en la figura decimonónica de J. C. Maxwell sobre un demonio que juega un rol lógico en su experimento sobre la estadística termodinámica.
En el siglo XIX, la demonología renacentista junto con sus raíces filosóficas neoplatónicas, sobreviven en el uso de dioses y demonios de naturaleza antigua, en las adiciones judeo- cristianas, y también en las fuentes del sentimiento de la literatura romántica y simbolista. A su vez, la historia de la demonología es usada por algunos historiadores de la religión para sostener su teoría de que el dualismo moral es algo inherente a todas las religiones históricas.
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