Revisitando el concepto de los ángeles
Ángeles en el Nuevo Testamento
Escrito por Pilar Guiroy
Hasta el momento hemos tratado únicamente de los angeles del Antiguo Testamento, cuyas visitas y mensajes fueron muy corrientes; pero cuando llegamos al Nuevo Testamento, sus nombres aparecen en cada página y el número de referencias a ellos iguala al de la tradición vetero-testamentaria. Es su privilegio anunciarles a Zacarías y a María el comienzo de la Redención, y a los pastores su cumplimiento.
Nuestro Señor en Su discurso habla de ellos como alguien que realmente los vio, y que, mientras “habla entre los hombres”, recibe la adoración silenciosa de las huestes celestiales. Él describe la vida de ellos en el Cielo (Mateo 22:30; Lucas 20:36); también cuenta cómo se forma la guardia a su alrededor, y que con decir una sola palabra lo defenderían ante sus enemigos (Mateo 26:53). Es el privilegio de uno de ellos el asistir al Señor en su Agonía y sudor de sangre. Más de una vez, Él habla de ellos como de auxiliares y testigos en el Juicio Final (Mateo 16:27), que, de hecho, ellos prepararán (Ibid., 13: 39-49). Y por último, ellos son los testigos gozosos de su triunfante Resurrección (Ibid. 28:2).
Es fácil para las mentes escépticas ver en las hordas angelicales un simple juego de la fantasía hebrea, una burda superstición, pero, ¿acaso no poseen los datos de la Biblia sobre los ángeles una natural y armónica progresión?
En la página inicial de la Sagrada Historia de la nación judía, el pueblo es elegido entre otros como el depositario de la promesa de Dios. Los angeles aparecen en el curso de la historia del pueblo elegido, ya sea como mensajeros Divinos, o como guías de la humanidad. Por un lado, ellos son los guardianes de la ley de Dios, y por el otro, prefiguran al Redentor, cuyo divino propósito ellos ayudan a madurar. También conversan con Sus profetas, con David y Elías, con Daniel y Zacarías; ellos eliminan a los enemigos de Israel, hacen de guías a los servidores del Señor, y el último profeta, Malaquías, lleva un nombre de peculiar significado: “el ángel de Jehová”. Parece resumir en su mismo nombre el previo “ministerio a cargo de los ángeles”, como el mismo Dios llamaría luego a las viejas glorias de los tiempos del Éxodo y del Sinaí.
|