Sobre la terrible furia de algunos ángeles
Los ángeles vengadores
Escrito por Pilar Guiroy
La Septuaginta de Job contiene algunos pasajes instructivos concernientes a ángeles vengadores, en quienes quizás debamos ver espíritus caídos, como por ejemplo en xxxiii, 23: “Aunque cientos de ángeles de la muerte estén en su contra, ninguno de ellos podrá herirlo”; y xxxvi, 14: “Aunque sus almas perezcan en su juventud (debido a su imprudencia), sus vidas serán heridas por los ángeles”; y xxi, 15: “Los ricos injustamente acomodados serán expulsados, un ángel los sacará de sus casas” (ver Prov., xvii, 11; Sal., xxxiv, 5, 6; lxxvii, 49. y sobre todo en el Eclesiástico, xxxix, 33, un texto que hasta donde se sabe por el presente estado del manuscrito, estaba en el original hebreo). En algunos de estos pasajes, los ángeles son vistos como vengadores de la justicia de Dios, sin convertirse por ello en espíritus del mal. En Zac. Iii, 1-3, Satán es nombrado como el adversario que declara contra Jesús ante el Señor. Isaías XIV y Ezequiel, XXVIII son para los Padres el ‘loci classici’, o lugar común, en lo que concierne a la caída de Satán (ver Tertul., adv. Marc., II, x). El mismo Señor ha dado su aprobación a esta visión, usando las imágenes del pasaje precedente, cuando le dice a sus Apóstoles: “Yo veía a Satán caer del cielo como un rayo” (Lucas 10:18).
En tiempos del Nuevo Testamento la idea de dos reinos espirituales está claramente establecida. El diablo es un ángel caído que en su caída ha arrastrado a una multitud de ángeles. Nuestro Señor lo llama “el príncipe de este mundo” (Juan 14:30). Es el tentador de la raza humana y trata de hacerla caer en el pecado (Mateo 25:41; 2 Pedro 2:4; Efesios 6:12; 2 Corintios 11:14; 12:7). Las imágenes cristianas del diablo como dragón son sacadas principalmente del Apocalipsis (9:11-15; 12, 7-9), donde es llamado “el Ángel del abismo”, “el dragón”, “la vieja serpiente”, etc., y es representado en combate con el Arcángel Miguel. La semejanza entre estas escenas y las antiguas narraciones babilonias sobre las luchas entre Merodach y el dragón Tiamat es muy llamativa. Si debemos rastrear sus orígenes en las vagas reminiscencias de los poderosos saurios que alguna vez poblaron la Tierra, es una cuestión debatible. Para el lector curioso existe “La leyenda del anti -Cristo”, de Bousset (tr. Por Keane, Londres, 1896). El traductor ha incluido en el una interesante discusión sobre el origen del mito del dragón babilónico.
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