Datos curiosos sobre la Historia de World of Warcraft

Ojos AzulesKel'thuzad y la formación de los Azotes

Escrito por Pilar Guiroy

Muchos individuos dispersos a lo largo del mundo escucharon el llamado mental del rey Lich desde Northrend. El más notable de ellos fue el mago de Dalaran, Kel’Theuzad, quien había sido una vez uno de los miembros principales de Kirin Tor, el consejo de gobierno de Dalaran. Había sido considerado disidente durante años debido a su insistencia en el estudio de las artes prohibidas de la nigromancia. Enfocado a aprender todo lo que podía sobre el mundo de la magia y sus encantos sombríos, estaba frustrado por lo que él consideraba unos preceptos anticuados. Al escuchar la poderosa invocación desde Northrend, el mago dirigió toda su voluntad a comunicarse con la misteriosa voz. Convencido de que Kirin Tor era demasiado escrupuloso para tomar el poder y los conocimientos inherentes a las artes negras, se resignó a aprender todo lo que podía del rey Lich.

Dejando atrás su fortuna y prestigio político, Kel’Thuzad abandonó Kirin Tor y Dalaran para siempre. Empujado por la persistente voz del rey Lich en su mente, vendió sus pertenencias y guardó su fortuna. Luego de viajar solo varias leguas de mar y tierra, finalmente llegó a las costas heladas de Northrend. Al intentar llegar a Icecrown para ofrecer sus servicios al rey Lich, el mago pasó por las ruinas devastadas de Azjol-Nerub. Allí  pudo ver la ferocidad del poder de Ner’zhul, y comenzó a pensar que aliarse con el misterios rey sería sabio y potencialmente fructífero.

Luego de varios meses de caminar a través de las duras tierra árticas, Kel’Thuzad finalmente llegó al oscuro glaciar Icecrown. Con valentía se acercó a la negra ciudadela de Ner’zhul, y se sorprendió al observar que los silenciosos guardias lo dejaban pasar como si supieran que iba a venir. Kel’thuzad descendió a las profundidades de la tierra helada y encontró el camino para llegar al fondo del glaciar. Allí, en la interminable caverna de hielo y sombras, se postró frente al Trono Congelado y ofreció su alma al señor oscuro de la muerte.

El rey Lich estaba muy conforme con su último conscripto. Le prometió a Kel’thuzad grandes poderes e inmortalidad a cambio de su lealtad y obediencia. Ansioso de conocimientos oscuros y poderes, Kel’Thuzad aceptó su primera gran misión: adentrarse en el mundo de los hombres para fundar una nueva religión que adorara al rey Lich como una divinidad.

Para ayudar al mago a cumplir su misión, Ner’zhul dejó la humanidad de Ker’Thuzad intacta. El anciano aunque carismático hechicero fue fortalecido mediante los poderes de ilusión y persuasión para llegar a los oprimidos y llevar a las masas de Lordaeron a un estado de confianza y fe. Entonces, una vez que tuviera su atención, les ofrecería una nueva visión de lo que su sociedad podría ser, además de la figura de su rey.

Kel’Thuzad regresó a Lordaeron disfrazado, y luego del paso de tres años, usó su fortuna e intelecto para reunir una hermandad clandestina de hombres y mujeres adeptos. La hermandad, que él llamó Culto de los Malditos, prometió a sus acólitos igualdad social y vida eterna en Azeroth a cambio de su servicio y obediencia a Ner’zhul. Mientras los meses pasaban, Kel’Thuzad encontró muchos voluntarios entusiastas para su nuevo culto entre los cansados trabajadores de Lordaeron. Fue sorprendentemente fácil para Kel’Thuzad cumplir con su meta: transferir la fe de los ciudadanos en la Luz Sagrada a la creencia en la oscuridad de Ner’zhul. A medida que el culto crecía en tamaño e influencia, Kel’Thuzad se aseguró de esconder sus trabajos de las autoridades de Lordaeron.

Con el triunfo de Kel’thuzad en Lordaeron, el rey Lich realizó las últimas preparaciones para su ataque contra la civilización humana. Ubicó a sus energías de plaga en varios artefactos portátiles llamados calderas de la plaga, y ordenó a Kel’thuzad que transportara esos calderos a Lordaeron, donde serían escondidos por varios ciudadanos controlados por el culto. Los calderos, protegidos por la lealtad de los cultistas, actuarían como generadores de plaga, la cual sería enviada sobre las desconfiadas ciudades del norte de Lordaeron.

El plan del rey Lich funcionó a la perfección. Muchos de los pueblos de Lordaeron fueron contaminados casi al instante. Al igual que en Northrend, los ciudadanos que contrajeron la plaga murieron y revivieron como esclavos del rey Lich. Los cultistas bajo el mando de Kel’thuzad estaban ansiosos por morir y revivir al servicio de la oscuridad. A medida que la plaga avanzaba, más y más zombies se levantaban en las tierras del norte. Kel’thuzad juntó al creciente ejército del rey Lich y lo llamó los Azotes, ya que pronto marcharían contra las puertas de Lordaeron y azotarían a la humanidad sobre la faz de la tierra.

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