Datos curiosos sobre la Historia de World of Warcraft

WarcraftEl retorno de Archimonde y el vuelo hacia Kalimdor

Escrito por Pilar Guiroy

Una vez que Kel’Thuzad volvió, Arthas lideró a los Azotes al sur de Dalaran. Allí los muertos obtendrían el poderoso libro de hechizos de Medivh, y lo usarían para invocar a Archimonde. A partir de ese momento, el mismismo Archimonde comenzaría la invasión final de la Legión. Ni siquiera los hechiceros de Kirin Tor pudieron frenar a las fuerzas de Arthas para que no se robaran el libro de Medivh, y pronto Kel’Thuzad tenía todo lo que necesitaba para realizar su hechizo. Luego de diez mil años, el poderoso demonio Archimonde y sus huestes emergieron una vez más sobre el mundo de Azeroth. Sin embargo, Dalaran no era su destinación final. Bajo las órdenes del mismo Kil’jaeden, Archimonde y sus demonios siguieron a los Azotes hacia Kalimdor, con el objeto de destruir Nordrassil, el Árbol del Mundo.

En medio del caos, un solitario y misterioso profeta apareció para guiar a las razas mortales. Este profeta resultó ser nada menos que Medivh, el último guardián, que había regresado milagrosamente desde el más allá para redimir sus pecados pasados. Medivh advirtió a la Horda y a la Alianza sobre los peligros que tendrían que enfrentar y los urgió a que se unieran. Divididos por generaciones de odio, los orcos y los humanos jamás aceptarían algo así. Medivh se vio forzado a tratar con cada raza por separado, usando la profecía y la magia para guiarlos a través del mar hacia la legendaria Kalimdor. Los orcos y los humanos pronto se encontraron en la civilización de los Kaldorei.

Los orcos, guiados por Thrall, sufieron una serie de problemas durante su viaje sobre los Baldíos de Kalimdor. Aunque eran amigos de Cairne Bloodhoof y sus poderosos guerreros taurinos, muchos orcos comenzaron a sucumbir a la demoníaca sed de sangre que los había manchado por años. Hasta el mejor de los tenientes de Thrall, Grom Hellscream, se entregó a sus instintos básicos. Mientras Hellscream y sus guerreros acechaban los bosques de Ashenvale, se encontraron con los centinelas de los elfos nocturnos. Seguro de que los orcos habían regresado a sus maneras bélicas, el semidios Cenarius decidió deshacerse de Hellscream y sus orcos. Sin embargo, Hellscream, fortalecidos por un odio y furia sobrenaturales, logró matar a Cenarius y corromper las antiguas tierras forestales. Finalmente, Hellscream redimió su honor al ayudar a Thrall a derrotar a Mannoroth, el lord demoníaco que maldijo a los orcos con su linaje de odio e ira. Con la muerte de Mannoroth, la maldición de los orcos terminó.

Mientras Medivh trabajaba para convencer a los orcos y a los humanos de la necesidad de una alianza, los elfos nocturnos luchaban contra la Legión a su manera. Tyrande Whispermind, la Alta Sacerdotisa inmortal de los centinelas, luchaba desesperadamente para mantener a los demonios y muertos fuera de los bosques de Ashenvale. Tyrande comprendió que iba a necesitar ayuda, y entonces se dirigió a despertar a los druidas elfos de su letargo milenario. Al invocar a su antiguo amor, Malfurion Stormrage, Tyrande logró impulsar a sus defensas para que hicieran retroceder a la Legión. Con la ayuda de Malfurion, la naturaleza misma se levantó contra la Legión y sus aliados.

Mientras buscaba más druidas, Malfurion encontró la antigua prisión donde había encadenado a su hermano Illidan. Convencido de que Illidan lo ayudaría contra la Legión, Tyrande lo liberó. Aunque Illidan los ayudó por un tiempo, eventualmente se fue a perseguir sus propios objetivos.

Los elfos nocturnos se prepararon para luchar contra la Legión Ardiente con gran determinación. La Legión jamás había desistido en su anhelo por el Pozo de la Eternidad, la fuente de poder del Árbol del Mundo y el corazón del reino de los elfos. Si su plan para apoderarse del Pozo triunfaba, los demonios destrozarían el mundo literalmente.

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